Fundación

Bien entrada ya la segunda mitad del siglo XVI, aún no existía en España una gran Biblioteca pública, similar a las existentes ya por entonces, principalmente en Italia, como la de San Marcos de Venecia, cuya construcción se emprendió en 1536, la Laurenciana de Florencia, terminada en 1571 o la Vaticana [en funcionamiento desde 1450], y era un deseo generalizado entre los eruditos humanistas de la época el poder contar al menos con una, en la que se reunieran los tesoros literarios, tanto manuscritos como impresos, que sin duda existían en España, pero dispersos en las distintas Bibliotecas de monasterios, de catedrales o de particulares.

Fue intérprete de aquel deseo general el cronista Juan Páez de Castro, quien se lo expuso a Felipe II en un razonado "Memorial", en el que, de manera explícita le hacía ver la apremiante necesidad de fundar una biblioteca pública, en la que ocuparían lugar preferente los "libros de mano". Este memorial, conocido por "Memorial sobre los libros y utilidad de la librería y orden y traza que en ella se ha de tener", [o, más brevemente, “Memorial a Felipe II sobre la utilidad de juntar una biblioteca”]  que se conserva autógrafo en la RBME (sign. &-II-15), está divido en cuatro partes:

"Cuatro cosas, -dice en él Páez de Castro- trataré brevementeLa primera, la antigüedad de las librerías y el aprecio en que se tuvieron por los reyes antiguos y después por los emperadores romanos [...]. La segunda, de la honra y provecho que viene al reino y a toda la nación. La tercera, del lugar donde se labrará, y cómo se repartirá el edificio, [y] qué se pondrá en cada uno de los apartamentos. La cuarta, de la facilidad con que se juntarán los libros y las otras cosas" (publicado por Blas Antonio Nasarre, Bibliotecario Mayor del Rey Fernando VI, en 1749, p.7s.; y reeditado por la Junta de Castilla y León para conmemorar el día del libro en 2003)

Páez de Castro proponía Valladolid como lugar para fundarla, "así porque V.M. reside allí muchas veces, como por la audiencia real y universidad y colegios y monasterios y frecuencia de todas naciones". Pero, cuando  en 1559 Felipe II dejó los Países Bajos para regresar España y escogió a Madrid como sede permanente de su corte, desechó el consejo de Páez de Castro de establecer su magna Biblioteca en Valladolid, o en Salamanca, o en  Alcalá, o en alguna otra ciudad céntrica y con ambiente universitario, y decidió, contra el parecer de algunos humanistas, que el lugar de esa biblioteca fuera el monasterio que planeaba, probablemente, desde la muerte de Carlos V (1558), que incluiría basílica, panteón real, palacio, convento para monjes jerónimos, hospital, seminario, colegio de artes y sagrada teología, y una biblioteca, según consta en la carta o escritura de fundación.

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